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lunes, 26 de diciembre de 2011

Hace días que me siento rara. No sé que me pasa, me siento bajoneada, sin ganas de nada. No me gusta estar en casa, quería salir, y no podía. Llegó el cumple de mi papá, y seguía así. Llegó Noche Buena, y estaba peor. Sonaron las 12, y me largué a llorar. Por suerte estaba afuera, y nadie me vió. Miré al cielo, y no pude más. Fué algo que me tomó por sorpresa. No pensaba en llorar; adentro mío se vivía una fiesta porque era el cumpleaños del mejor hombre que existió y que nunca jamás volverá a existir. El nacimiento de Jesús, el cumpleaños más importante del año, y yo estaba totalmente destruída, llorando desconsoladamente mirando como el cielo se iluminaba, y mientras tanto pensaba en dos millones de cosas a la vez. En mi mente escuchaba demasiadas oraciones a la vez, todas juntas. Me confundía, y seguía llorando. Entre ellas, pensaba en que me estaba haciendo grande. Cuando era más chiquita, pensaba en Navidad, y saltaba de la alegría, era común. Ahora, con casi 15 años, tomó otro significado. Es mejor y peor. Es mejor, por la parte que ahora sé que estoy festejando, porque digo 'Feliz Navidad' después de las doce. Porque pongo a un bebé en el pecebre el 25, y sé quienes son y que representaron en la historia los demás muñecos, además del bebé. Ya no espero regalos en Navidad, porque lo único que quiero es sentir la prescencia de ese hombre que nos vuelve a elegir una y otra vez. Que murió por todos nosotros en una cruz. Otro de los pensamientos que corrían por mi cabeza era todo lo que pasó en este 2011, que en 6 días, se termina. Todas las reuniones de Crecimiento, todas las personas que conocí, las que perdí y las que después de años, siguen ahí. Las personas que me dí cuenta que no valen la pena, que me hacían mal, y las que sin importar nada, me ayudan. Pensaba en las personas que están lejos, y las que están cerca, pero las siento lejos. En actitudes que tuve este año, que quiero cambiar. Soy humana, y cometo errores, pido perdón, trato de cambiar y sigo adelante. 
Estaba en el patio, a oscuras, cuando una suave brisa me chocó. Me sentí fresca, renovada. me sentí en su prescencia, y ya no eran lágrimas sin sentido, o de tristeza; ahora eran lágrimas de felicidad, de alegría. Al otro día, me sentí mejor, y fuí a la Misa de Navidad. Hoy por hoy, me siento feliz, sé que estoy creciendo, pero sé que ahora voy a aprender y descubrir cosas maravillosas. Sé que me espera un año con muchas sorpresas, con muchas alegrías y experiencias, y me emociona saber que están por comenzar!

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